Los rayos del sol se colaban entre la espesa vegetación del Gran
Bosque, tímidos y titubeantes, sin llegar a deshacer las oscuras sombras
del todo, pero caldeando el ambiente. Tras unos arbustos, una joven de
ojos profundos, intensamente azules, recorría los alrededores con la
vista. Todos sus músculos estaban en tensión, y nada escapaba de su
aguda percepción. A su espalda colgaba un carcaj con varias flechas con plumas de diferentes colores, y portaba un arco de madera,
tallado con extraños símbolos y runas. Pero no cargaba con ninguna
presa, de hecho ni siquiera parecía querer cazar algo. En realidad,
parecía esperar a alguien. Esperaba acuclillada, con las plantas de los
pies bien hundidas al suelo, y sólo asomando los ojos por encima del
arbusto que le servía de parapeto. La ondulada melena, de un negro
azabache, caía en despreocupadas cascadas por su espalda y hombros, y
sus finas manos, bajo unos guantes de cuero, se aferraban al arco con
fuerza. Vestía una blusa blanca, y pantalones cortos, sujetos por un
cinturón de cuero, donde estaba enganchada una daga de larga hoja de
metal, con los mismos símbolos y runas que tenía el arco, grabados en la hoja. Calzaba unas botas también de cuero, para avanzar por el bosque.
Un
repentino crujido hizo que Laia se volviese en redondo con una rapidez
insólita, a la vez que colocaba una flecha en el arco y se preparaba
para disparar, mientras un escalofrío le subía por la espalda, pese a
que el aire era húmedo y caluroso. Cerró el ojo derecho y apuntó con el
izquierdo, pero al reconocer la familiar figura bajó el arma.
—¿Aún te doy miedo? —preguntó, burlona, la muchacha que había aparecido de la nada.
—Has tardado, Viana —observó Laia, haciendo caso omiso de la pregunta. La otra se encogió de hombros.
—Tenía asuntos que resolver.
—¿Cuáles?
—No son de tu incumbencia, niña. Después de todo este tiempo, parece mentira…
—¿Que
sigas llegando tarde? Lo sé. Es increíble —resopló, mientras se cargaba
el arco al hombro y le daba la espalda a Viana para internarse en la
maleza. Al percatarse de que la otra no la seguía, se detuvo y se dio la
vuelta—. ¿Vamos?
—Hay Reclutas cerca —respondió la otra, con seriedad.
—¿Qué?
Es imposible. La Ronda de la mañana terminó hace tiempo, y la de la
tarde no empieza hasta dentro de… —levantó la vista, buscando el sol,
pero fue incapaz de encontrarlo. Se encogió de hombros, con
indiferencia— aún falta tiempo.
—¡Laia! Deja de comportarte así.
Estás a mi cargo, ¿recuerdas? Te digo que hay Reclutas cerca, hay que
esconderse. ¡Vamos! —la empujó con fuerza, instándola a agacharse y a
ocultarse entre la hierba alta y los arbustos. Cuando se aseguró de que
no quedaban huellas de sus botas ni de ninguna otra prueba que pudiera
delatar su presencia, se agachó junto a Laia y se encogió.
—¡Pero bueno! ¿Desde cuándo…? —la irritada voz de Laia fue ahogada por el ruido de pisadas.
—¡Chst,
calla! —susurró Viana, entrecerrando los ojos e intentando ver algo a
través de las ramas y hojas de su escondite. A regañadientes, Laia dejó
de hablar. No tardó en aparecer en su campo de visión un grupo de dos
hombres y tres mujeres, todos ataviados con uniformes de cazadores y
armados hasta los dientes, que se detuvieron justo frente a ellas.
—¡Estoy
segura de que la he visto venir aquí! —gritaba en esos instantes una de
las mujeres, la de aspecto más rudo. Hablaba rápido y con un fuerte
acento, pero los otros miembros del grupo no parecían hacerle demasiado
caso.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Laia en susurros a Viana,
mirándola acusadoramente. Ella le hizo un gesto de silencio y volvió a
centrar su atención en el acalorado debate de los Reclutas.
—Aquí no están —hizo notar un hombre alto y fornido, mirando a la mujer que había hablado antes.
—La chica ha venido aquí, estoy segura. ¡Mirad! —la mujer blandió un aparato del tamaño de la palma de su mano.— El GPS dice que…
—Recluta 004, deja ya de intentar impresionarnos. Te pasas los días así —se quejó una mujer delgada y bajita.
—Vámonos, estamos perdiendo el tiempo.
—Sí; ¡demasiado tiempo de descanso hemos perdido ya por culpa de 004! Volvamos a la Central, tengo hambre —dijo el hombre alto.
—¡Tú siempre pensando en comida, 002! —era la que se había quejado antes.
Así,
entre quejas y discusiones, desapareció entre la maleza el grupo de
Reclutas, dejando a unas Laia y Viana perplejas. Laia fue la primera en
levantarse y desperezarse.
—¿A qué ha venido todo eso? ¿Cómo sabían que estábamos aquí? —preguntó Laia, más para sí misma que para Viana.
—La tal Recluta 004 ha dicho algo de un GPS —hizo notar la muchacha. Laia se dio la vuelta y la miró.
—¿Sabes tú algo de un GPS?
Viana resopló, despectiva.
—¡Pues claro que sé algo sobre GPSs!
—¿Y qué…? ¡Ah, claro! Tú eras una Recluta, ¿no?
Obtuvo
una fulminante mirada de parte de Viana por toda respuesta. Laia sabía
que no le gustaba hablar del tema, pero en el pasado Viana había sido
una Recluta de los Ángeles, y en su espalda aún se podían ver las
cicatrices por los lugares en los que las alas se le habían fusionado
con la piel, cuando había sido expulsada y rechazada por los suyos.
“Antes
debía de tener unas alas preciosas” Laia no pudo frenar ese
pensamiento, pero no lo dijo en voz alta. Sabía que no se debía jugar
con el pasado de la gente, y menos aún con el de Viana. En ocasiones
podía resultar un juego divertido e interesante, pero era como jugar con
fuego, siempre acababas quemándote, sobretodo en aquel lugar, donde la
guerra era el principal entretenimiento, y la sed de poder y de dominio
era más fuerte que los posibles lazos de lealtad, fidelidad y amistad
que existían entre los habitantes de aquél pequeño reino de los
alrededores del Lago Medialuna, aquél pequeño reino que había recibido el nombre de Ambhad, "Elegido por las Alas y el Báculo".
Viana es la protagonista de "Donde los Árboles Cantan"...jajaja xD te has copiado :P
ResponderEliminarBueno, ahora, en serio. Está muy chula la trama, me ha enganchado desde el primer momento. Te expresas muy bien y sabes hacer que el lector no pueda parar de leer.
En serio, me encanta cómo escribes. Pocas veces tienes suerte de encontrar novelas que merezcan la pena, pero esta es una de ellas.
Sigue así. Un besito ^^
Muchas gracias por el apoyo :)
EliminarSe agradece que alguien te diga lo que hace sentir lo que escribes, ya que el escritor no puede sentir nada sobre algo que ha escrito él/ella mismo/a.
Lo de los nombres ya lo sé, pero es difícil encontrar un nombre que nadie haya usado nunca antes :S
Besos :3